«Si el machismo ha perdurado a lo largo de los siglos
es porque los hombres hemos sido cómplices,
en muchos casos con nuestro silencio.»
Octavio Salazar, jurista y escritor
«Hace 20 años no podíamos imaginarnos que se cuestionara la idoneidad de un candidato a un escaño político por alguna conducta que pudiera sugerir violencia hacia las mujeres. Hoy… el respeto irrestricto al derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia es una condición necesaria para ser un representante popular.» Así se expresó la titular de la Secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, durante la presentación del Programa Nacional para la Igualdad entre Mujeres y Hombres 2020-2024, respecto a la cuestionada candidatura de Félix Salgado Macedonio, acusado por violación en el Estado de Guerrero.
Si bien el posicionamiento de la ministra en retiro no cambiará el curso de la historia, y mucho menos de las decisiones ya tomadas en otros espacios, lo cierto es que es impostergable no quedarse en silencio en un tema tan delicado sí, pero también tan tristemente presente en nuestra realidad. Sobre todo, si somos hombres.
La semana pasada empezó a circular una petición en redes sociales dirigida al presidente de la República con relación al tema de Salgado Macedonio: “Rompa el pacto patriarcal”. Hace un par de días, el jueves 25 de febrero, el primer mandatario se refirió con sorna al exhorto y dijo que esas son “expresiones importadas”.
En un país donde se tiene un promedio de 79 ataques sexuales diarios cometidos contra mujeres (inegi), y en el que el 2020 fue el año con más víctimas de feminicidio en México (Observatorio Nacional Ciudadano), el titular del Ejecutivo debería tomarse el asunto con más seriedad.
Es evidente, por un lado, la necesidad de que la sociedad en su conjunto camine de la mano, en unidad, contra un enemigo común: ese sistema que sostiene y mantiene una evidente desigualdad entre hombres y mujeres, caldo de cultivo para las múltiples violencias que viven las mujeres diariamente. Y, por otro lado, se hace obvia la urgente e inaplazable participación de los hombres en esa lucha.
Son muchos los espacios en los que se hace necesaria nuestra participación, necesitamos hacernos presentes en los temas que nos corresponden, y en los que nuestras opiniones y quehaceres pueden hacer la diferencia. Por citar tan solo un ejemplo: ¿entre tus conocidos o tú mismo estás en un grupo de mensajería instantánea donde acostumbran a compartir imágenes o videos de mujeres? ¿Te has preguntado por qué lo hacen? ¿Has cuestionado la finalidad, y, sobre todo, la ilegalidad de tal acto?
Porque sí, sin duda, el patriarcado no se va a desmantelar solo, se requieren de políticas públicas suficientes, de importantes intervenciones en las enseñanzas y de la pronta colaboración de los medios de comunicación, pero son las conductas diarias las que nos definen como aliados o como agresores en potencia. No hay de otra.
Apenas el pasado 18 de febrero, en la Cámara de Diputados se aprobó el dictamen que, al reformar y adicionar diversas disposiciones del Código Penal Federal, tipifica los delitos de hostigamiento y de acoso sexual en nuestro país. Abramos la conversación entre nosotros, identifiquemos lo que estamos haciendo de manera equivocada, plantemos la cara al futuro y ayudemos a construir una sociedad diferente: ese debe ser el pacto.
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