Reflexiones en el tiempo

19/10/20

DESARROLLO Y PLANEACIÓN "DEMOCRÁTICA"

El 6 de octubre de este año, la Jefa de Gobierno remitió el Plan General de Desarrollo al Congreso local para su aprobación. Esta acción representa un golpe contra la creación democrática de un proyecto de ciudad.
Si bien es cierto que le corresponde a la titular del Ejecutivo el remitir este Plan, la ley establece que su elaboración debe estar a cargo del Instituto de Planeación Democrática y Prospectiva (cabe resaltar que el Congreso apenas está en el proceso de revisión de una terna para nombrar al titular de dicho instituto).
El Titulo Tercero de la Constitución local sienta las bases y los principios que deben orientar el desarrollo y la planeación de la capital del país.
“La planeación será democrática, abierta, participativa, descentralizada, transparente, transversal y con deliberación pública...”, dice el artículo 15, numeral 2 de la Carta Magna local, haciendo énfasis en el espíritu de participación ciudadana y descentralización de las decisiones que la Asamblea Constituyente buscó plasmar en nuestra ley fundamental.
El Plan General de Desarrollo se define como: “el instrumento al que se sujetarán los planes, programas, políticas y proyectos públicos...” y, una vez aprobado por el Congreso, tendrá una vigencia de veinte años.
¿Por qué veinte años?, porque los proyectos de desarrollo llevan tiempo y, para que exista una auténtica planeación en las materias de relevancia estratégica para la ciudad, se requiere definir políticas a largo plazo que estén por encima de los ciclos políticos y electorales que se dan cada tres y seis años. 
De ahí la importancia de que el Plan General de Desarrollo sea elaborado por el Instituto de Planeación, tal como lo marca la Constitución, y no por la Jefa de Gobierno. 
El artículo 43 de la Ley del Sistema de Planeación del Desarrollo, determina que, como parte del proceso de formulación de este Plan General: “La Jefatura de Gobierno realizará una amplia difusión del Plan y convocará a la ciudadanía para la realización de foros y la presentación de propuestas.”
¿Dónde quedaron esos foros?, ¿y la participación de la ciudadanía?, ¿para qué crear un instituto si no se van a respetar sus atribuciones?, ¿Instituto de Planeación “Democrática”?, ¿dónde queda lo “democrático” si el Plan General se elabora de manera unilateral?
Sin duda alguna, lo mejor sería dar marcha atrás y apegarse a los procedimientos legales, de lo contrario, queda la impresión de que se está pasando por encima de lo que debería ser un proceso democrático para terminar imponiendo una visión de ciudad.
En contra o por encima de la ley, nada... Nadie...

 



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12/10/20

EXTINCIÓN SELECTIVA

En 1992 (el cenit del neoliberalismo según el canon de la 4T) se creó el Fideicomiso Aduanas 1. Después de cuatro años consecutivos en los que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) “identificó graves anomalías”, este fideicomiso fue finiquitado de forma “sigilosa” por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Las citas, así como el epígrafe de este artículo, provienen del libro “Rendición de Cuentas y Fideicomisos: El Reto de la Opacidad Financiera” escrito por la hoy secretaria de la Función Pública y publicado en el 2007 por la Auditoría Superior.
En uno de los capítulos de esta obra, la Dra. Irma Eréndira narra cómo la desaparición del Fideicomiso Aduanas 1, da pie al 
Fideicomiso Público para Administrar la Contraprestación del Artículo 16 de la Ley Aduanera (FACLA) que, señala la autora, “desafortunadamente tampoco se caracteriza por su operación transparente.”
En otro texto más reciente, la secretaria Irma Eréndira explica que: “Durante el neoliberalismo, los fideicomisos fueron en el mejor de los casos parches, y en realidad continuación de la rapiña a través de hoyos negros”, “los fideicomisos se multiplicaron como hongos y operaban sin control.”
Por eso, celebra la Doctora, con la extinción de los 109 fondos y fideicomisos públicos que está por concretar el Senado y que juntos concentran poco más de 68 mil millones de pesos: “el presidente Andrés Manuel López Obrador ha cerrado una etapa histórica de discrecionalidad y oprobio en el manejo de los recursos públicos.”
La secretaria Sandoval lo describe con mucha claridad: “Una de las vías más socorridas por el viejo régimen neoliberal para darle la vuelta a los estrictos controles sobre el gasto público fue la multiplicación de fideicomisos sin estructura orgánica.”
Tal es el caso del FACLA, un fideicomiso sin estructura orgánica que, al mes de junio de este año, tenía más de 70 mil millones de pesos (2 mil millones más que todos los 109 extintos).
En diversos informes la Auditoría Superior de la Federación ha señalado al FACLA por tener “recursos excesivos” que son ejercidos con discrecionalidad por el SAT “como un presupuesto paralelo”. 
¿Por qué, si la propia titular de la Secretaría de la Función Pública ha hablado de su opacidad, este fideicomiso no figura entre los desaparecidos? ¿Qué cambió? 
Por más que insistan, cada vez cuesta más trabajo ver la diferencia. O, ¿será que nada hay verdad ni mentira: la opacidad es según el color del cristal con que se mira?

 



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5/10/20

LA CONSULTA DE LOS MONTES

 

Parieron los montes y nació un ridículo ratón.”
Horacio

 

El 21 de noviembre de 2018, a diez días de tomar protesta como Presidente de la República, López Obrador dio una entrevista en la que nació el compromiso de poner tres temas a consulta popular que resumo a continuación:

1. ¿Crees que el presidente deba tener un grupo que lo asesore sobre proyectos productivos?

2. ¿Crees que el presidente de México debe promover que se juzgue a Carlos Salinas, a Zedillo, a Fox, a Calderón y a Peña Nieto?

3. ¿Estás de acuerdo que se integre la Policía Militar, la Policía Naval, la Policía Federal y se constituya una Guardia Nacional?

Sobre la primera (que parece una gran idea), no escuchamos nada, la tercera se llevó a cabo más por imposición que por consulta, y la segunda, la del juicio a los expresidentes, se materializó en una insípida y banal pregunta el pasado 1 de octubre.

Esto acaece después de meses de expectativa y anticipación ya que prácticamente en cada mañanera, el presidente repasaba los caminos a seguir para poder realizar esa consulta contra aquellos responsables de perpetrar “el saqueo más grande que se haya cometido en la historia de México” que, según el primer mandatario, no se compara ni con los trescientos años de dominación colonial.

Al ver que las firmas no se juntaban, que el Legislativo no despertaba, López Obrador se puso manos a la obra y, el 15 de septiembre, como para empezar los festejos patrios, presentó y firmó el documento que enviaría al Senado para que la Suprema Corte determinara su constitucionalidad.

De la pregunta que salió de Palacio Nacional, los magistrados de la Suprema Corte (que tuvieron que modificarla antes de poder dar la cara) respetaron 5 palabras: “¿Estás de acuerdo o no...?”, el resto se asemeja más a un babélico contrato de servicio de telefonía e internet que luego es imposible cancelar.

La interrogante propuesta por los juristas, que ni siquiera menciona a los expresidentes, no resuelve nada en esencia. Plantea una obviedad que, indistintamente del resultado, no vincula a ninguna autoridad. Como bien lo dijo el ministro Laynez (que votó en contra): “La justicia no se consulta”.

El costo de organizar este ejercicio democrático, según lo han expresado públicamente dos Consejeros Electorales, es similar al de un proceso electoral federal.

Lo anterior equivale a más de 8 mil millones de pesos: 3 mil millones de pesos más que el avión presidencial (y por lo menos el avión volaba). Esta consulta no la tiene ni Trump.

Ocho mil millones de pesos por hacer una pregunta que no pregunta lo que se quería preguntar, parece más un insulto al pueblo que un acto justiciero.

Como puso Samaniego en su traducción de la fábula de Fedro: “Después de tanto ruido, sólo viento.”




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