“Nada es verdad,
nada es mentira, todo depende del cristal con el que se mira”
Anónimo
He notado en los últimos meses cómo los usuarios de redes sociales han
crecido su activismo político digital. Por un lado, me agrada esta participación política debido a que ese interés es beneficioso para mejorar México, sin embargo, también lo acompaña el riesgo de caer en distorsiones que dañan la imagen de
los implicados en esas informaciones.
Este tipo de conductas afectan
directamente al funcionamiento de la sociedad. Tomemos por ejemplo el caso de “Cardamomo Café”, donde ciudadanos indignados comenzaron a
compartir videos de una supuesta agresión de parte del personal de la cafetería
en Tepoztlán, hacia una
pareja del mismo sexo, cometiendo así un acto de presunta discriminación a la
diversidad sexual.
Las redes sociales ardieron y
grupos de ciudadanos preocupados comenzaron a organizar boicots económicos al
establecimiento.
En esta ocasión, los
responsables de “Cardamomo
Café” reaccionaron
a tiempo y presentaron argumentos de inocencia a las acusaciones de las que
eran objeto.
Esta historia nos deja con un
amargo sabor de boca, pues debemos tener precaución cuando emitimos juicios, públicos o privados. Cuando una
situación se presente de manera incompleta vale ser más reservados con nuestras
reacciones y filtrar nuestro actuar siempre con la malla de la no violencia.
El problema detrás de todo es que nos estamos
convirtiendo en los “famosos”
activistas de escritorio
que tanto hemos criticado. La facilidad de opinar nos convierte en jueces no
calificados, que señalan culpables y lanzan piedras, montados en el caballo de
la superioridad moral.
Nuestro país cuenta con leyes e
instituciones suficientes para garantizar justicia y nula impunidad. Sin
embargo, algunos perciben que esas instancias simplemente no funcionan. Para
dar solución, recurrimos a la hoguera social y digital, buscando hacer justicia
por mano propia.
Todo el mundo es inocente hasta
que se demuestre lo contrario, o al menos esa es la teoría; pero, en la práctica, antes de llegar las
condenas judiciales, los imputados pagan una pena no enunciada jurídicamente al ser quemado en la
hoguera digital. El problema es que, si el imputado resulta culpable, la pena
será doble: la
señalada en los códigos jurídicos y la impuesta por la sociedad en las esferas digitales. Y, si
era inocente, el castigo moral social pesará en su vida social.
Es común que la reacción social se
traslade desde el interior de los tribunales hacia la esfera pública como una consecuencia de
un fenómeno denominado juicio paralelo.
Un juicio paralelo es el
conjunto de informaciones y seguimiento que hacen los medios de comunicación y
las redes sociales a un hecho sometido a investigación judicial, en el cual se
hacen valoraciones morales sobre la conducta de los implicados, de forma que
los medios de comunicación y las audiencias digitales ejercen el papel de juez,
fiscal o abogado defensor, según los casos.
La valoración social del asunto
discurre paralela al proceso, utilizando sesgada y parcialmente la información
que deriva del proceso judicial.
Los juicios paralelos por la
opinión pública
suponen, en muchos casos, una condena inmediata para los acusados ya que el
ritmo lento de los tribunales hace que los veredictos lleguen tarde, cuando la
sociedad ya ha juzgado.
Si lo que buscamos es un proceso
electoral más
transparente y por consiguiente un mejor futuro para México, los invito a todos, a que, tanto en la esfera pública como la privada, elaboremos
juicios justos y seamos ciudadanos más conscientes.
¡Saludos cordiales!
T: @jorgegavino
F: JorgeGavinoOficial
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