“Se acabó la gasolina, el corazón ya no camina y nos
dejamos de amar.”
Se acabó la
gasolina, Los Rojos.
Qué bueno que se está ganando o se
ganó la guerra contra el huachicol, pero entonces ¿por qué sigue subiendo el precio de las gasolinas?
Parece ser que la respuesta se esconde en el ya casi tradicional padecimiento
de la Cuarta Transformación: La falta de planeación.
El país sufre un escenario surrealista
en el precio de sus combustibles, en el cual la gasolina más barata, la Magna,
resulta ser más cara que la opción élite, la Premium.
Conforme surge información, comienza a
ser posible vislumbrar una explicación para esta paradoja. Es el caso que,
desde el inicio del sexenio del presidente López Obrador, el subsidio al
impuesto a la gasolina que había implementado la administración anterior para
amortiguar las alzas y bajas del precio internacional del petróleo, ha dejado
de aplicarse.
Es decir, desde el 1 de diciembre de
2018, el Gobierno de la República está cobrando el monto íntegro del Impuesto
Especial de Producción y Servicio (IEPS), por esta razón el costo de las
gasolinas se ha disparado, en especial la Magna que disfrutaba de un subsidio
mayor a dicha tarifa.
A mi juicio,
es correcto que se evite cualquier tipo de subsidio a las gasolinas y que se
aplique el cobro total del impuesto. Pero debe hacerse como parte de un plan
tributario progresivo, porque de lo contrario, de aplicarse subsidios o
impuestos sin un plan arancelario claro, se estaría implementando un esquema
regresivo.
Los
impuestos regresivos recaudan un menor porcentaje de los ingresos
a medida que la persona gana más; son el “Hood Robin” de la recaudación
tributaria: le quita dinero a los pobres para dárselo a los ricos. Por lo
tanto, no tienen un efecto de redistribución de la riqueza. Por el contrario,
si son muy altos pueden acentuar la desigualdad en una sociedad. En lugar de
hacer más suave las diferencias, las profundiza.
Independientemente
de si los subsidios y gravámenes a la gasolina son correctos o no desde el
punto de vista macroeconómico, el tema central del gasoliganzo es que, durante
la campaña presidencial, una de las principales promesas fue que el precio de
la gasolina no iba a subir, incluso la palabra profética, pontificó que el
precio de la gasolina iba a bajar.
Con el paso
de los meses, vino el cambio de discurso y ahora, el martes 26 de febrero, el
Presidente López Obrador, dijo sobre el aumento a los precios de las gasolinas:
“En el tiempo que llevamos ha aumentado (el precio) en la gasolina Magna y ha
disminuido en la Premium. De todas maneras, yo tengo un compromiso que voy a
cumplir para que se sepa: No va a aumentar la gasolina ni el diésel, ni el gas
ni la luz en términos reales. Si se está dando este aumento, estamos esperando
el momento para hacer un ajuste”...
Entonces
¿Qué debemos entender? ¿Que la realidad es distinta? Tal vez debemos estar
tranquilos y confiar en lo que dice el Presidente: Que el precio de la
gasolina, subió pero no subió y que está esperando una señal para ajustarlo...
¿Esto es la 4T, o es metafísica?
T:
@jorgegavino
F:
JorgeGavinoOficial
No hay comentarios:
Publicar un comentario