“Con el aborto legal no
habrá más ni menos abortos, habrá menos madres muertas. El resto es educar, no legislar“.
René Favaloro. Médico argentino creador del bypass
coronario
En días
recientes la legalización del aborto ha sonado en noticias y redes sociales de todo el mundo.
El pasado 8 de Agosto en Argentina, se determinó, por mayoría, no aprobar un proyecto de reforma legal
por medio del cual, por una parte, se proponía
despenalizar la práctica del aborto contenida en su
legislación Penal desde 1921, y expedir la denominada Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, la
cual consideraba su realización, de forma voluntaria, además de
gratuita por las instituciones públicas hasta la semana 14 de la
gestación.
Esta Ley, había sido previamente aprobada por la Cámara de Diputados el pasado 14 de Junio tras
un fuerte movimiento liberal, que finalmente fue frenado tanto por las
corrientes conservadoras, siendo un ejemplo claro las convicciones de la
institución
católica
predominante en aquel país. Es una determinación que históricamente, por una parte, ha
sido sustentada en el derecho a la vida, y por la otra, en el derecho a la
autodeterminación
personal.
Mi principal preocupación nace de observar una evidente
polarización entre las personas, entre las familias, entre parejas, entre hombres
y mujeres. Usuarios en redes sociales dan ultimatums a sus amigos: “se les notifica por medio de la
presente a cualquier usuario en contra que será borrado
inmediatamente”. Y es que en ninguna sociedad
la polarización extrema entre sus partes tiende a buenos resultados.
Retomando el caso en Argentina,
se estiman entre 350 a 450 mil abortos que se dan en la clandestinidad, mujeres
que recurren a prácticas riesgosas con el
suministro de fármacos, empleo de sondas, agujas
u otras prácticas; una realidad social que
ha superado el control conservador y religioso, a tal grado, de que se han
originado considerables expresiones de rechazo, con miles de personas movilizándose por la medida adoptada. Es un ejemplo
que nos lleva a reflexionar, en México las cifras no son más alentadoras: se
estiman 880 mil abortos anualmente.
Una política de oposición y castigo con encarcelamiento
no resuelve el problema, la evidencia es clara, esto no implica que recomiende
el aborto, simplemente me lleva a concluir que la solución establecida no ha disminuido
de ninguna manera el número de abortos practicados en el mundo.
En México, como en
otras partes, el problema es de salud pública, ético, moral, pero también jurídico; existe un trato distinto
en cada uno de los Estados de la República,
donde la interrupción voluntaria es ilegal en su mayoría, determinándose en los códigos respectivos penalidades
diversas. Por poner un ejemplo, en el Estado de Guanajuato se considera un
delito que se castiga con hasta 30 años de prisión. Solamente en la Ciudad de México a raíz de una
reforma que data del 2007, se consideró la despenalización y su práctica gratuita en instituciones públicas. Es tiempo de reflexionar y actuar en
consecuencia, pero también
de mantener a los amigos, es mejor debatir con ellos sin dogmas y sin posturas
irreductibles.
T: @jorgegavino
F: JorgeGavinoOficial
No hay comentarios:
Publicar un comentario