“Todo lo que ocurre en la naturaleza, ocurre
necesariamente”.
Jostein Gaarder
A 29 años de la tragedia que marcó la vida de los
habitantes de la Ciudad de México. Aquel día
19 de septiembre de 1985 a las siete horas con 19 minutos, momento en
que se registró el sismo de magnitud 8.1
en la escala de Richter sigue latente en el pensamiento de quienes sufrieron
las pérdidas humanas de familiares, amigos, vecinos… al día de hoy la cifra de víctimas mortales es incuantificable.
Los quebrantos de la infraestructura fueron significativos:
2,831 edificaciones sufrieron daños, de las cuales 880 quedaron en ruinas, 370
fueron habitables después de reparaciones considerables, y 1581 eran
recuperables con arreglos menores, generando un costo de 4, 000 millones de
dólares.
El arraigo de la cultura
preventiva es de vital importancia para que pérdidas de vida, daños
físicos y patrimoniales en caso de un siniestro sean menores. Actualmente
contamos con herramientas tecnológicas que
alertan hasta con 50 segundos de anticipación un sismo, lo que nos
permite iniciar procedimientos y
acciones de seguridad; sin embargo la credibilidad de los dispositivos que emiten la alerta sísmica se ha visto
mermada al emitir falsos avisos, lo que genera entre la población incertidumbre
y en ocasiones pánico.
La tecnología todavía no es capaz de evitar que ocurra un
sismo, terremoto, tsunami o huracán; pero sí es capaz de anticiparse para que
los efectos de dichos fenómenos naturales sean menores y sobre todo se logre lo
más importante, que es preservar la vida
de los seres humanos. Será necesario seguir insistiendo en una cultura integral
de la prevención, porque vivimos en una zona sísmica y se espera en los
próximos años se presenten uno o varios sismos de gran intensidad.
@jorgegavino
(Publicado en la Crónica de Hoy el 19 de septiembre de 2014)
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