Jorge Gaviño Ambriz
“… el joven matador es el príncipe del pueblo, un príncipe mortal que sólo puede matar porque él mismo se expone a la muerte”
Carlos Fuentes
El 18 de octubre pasado fue publicado en el periódico oficial del Estado de Aguascalientes un decreto que declara: “a la FIESTA DE TOROS PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL del Estado de Aguascalientes”; se declara también de interés público, la salvaguardia de la tauromaquia. El referido decreto le da competencia al Instituto Cultural de Aguascalientes para que asegure la adopción de una política general encaminada al fortalecimiento de la llamada Fiesta de Toros y a integrar programas de planificación de estudios científicos, técnicos y artísticos, así como de investigación para la custodia de ese denominado patrimonio cultural.
Invito a los lectores a hojear el decreto para que entiendan con meridiana precisión lo que es un galimatías. Porque al margen de estar a favor o en contra del toreo en México, es claro que dicho documento de sólo 6 artículos, aparte de plasmar 7 veces “salvaguardia”, 13 ocasiones “Aguascalientes”, 16 repeticiones de “fiesta de toros”, 17 menciones de “inmaterial”, 19 citas de “patrimonio cultural”, no es más que una declaración que no llega a categoría de norma; con imperfecciones jurídicas, de redacción y semánticas, que ponen de manifiesto la falta de diligencia de los asesores del C. Gobernador que se atrevió a firmarlo.
Pero el debate sobre el tema taurino está en su apogeo; por lo menos existen dos opiniones contradictorias, los que defienden la llamada “Fiesta Brava” y los que buscan su prohibición. Esa actividad ¿es arte o es barbarie? ¿Es cultura o salvajismo?
Para poder fijar una posición mediante un método dialéctico, tendríamos que señalar las afirmaciones, tesis y antítesis, sobre ambas posturas.
A continuación mencionaré algunos argumentos de quienes se proclaman a favor y en contra de la tauromaquia.
Los taurinos sostienen que es parte de la cultura española y con una tradición de más de 5 siglos; a los toros de lidia se les trata mejor que a los de matanza; la corrida de toros es una muestra de aprecio y respeto a la fuerza del animal; No es un deporte, sino una mezcla de arte, baile y virilidad; provoca la descarga colectiva de sentimientos negativos y agresivos; sin la tauromaquia el toro de lidia se extinguiría; para España y México son parte importante de la industria turística.
En contraposición, los defensores de animales señalan: la tradición no justifica la crueldad; no porque existan situaciones peores se justifica la negatividad de esta actividad; el aprecio y el respeto no se demuestran con la tortura; aunque esta tradición contenga también otros aspectos, no disminuye su crueldad; hay alternativas inofensivas para descargar tensión evitando el sufrimiento de animales; los aspectos sicológicos y morfológicos del toro de lidia han cambiado con los años según las modas taurómacas; la mayoría de los turistas salen de la plaza disgustados.
Distinguidos lectores, ustedes ¿cómo se definen?, ¿defensores de la “Fiesta Brava” o luchadores incansables por aniquilarla?
¿Ven ustedes al toreo como exhibicionismo erótico donde se despliegan, a cada momento, poses sexualmente provocativas, taleguillas apretadas, andar seductor y arrogancia, adrenalina y lujuria...? ¿O lo ven como sangre, muerte, tortura, dolor, crueldad, maldad, sadismo, masoquismo y pecado?
Los que piensan que el debate sobre este tema es nuevo, se equivocan, basta señalar que en el s. XVI los defensores de animales, consiguieron que el Papa Pío V, promulgara en 1567 una bula que amenazaba con excomunión a los príncipes que autorizaran corridas en sus territorios, sin embargo otro Papa abolió tal prohibición. Nada nuevo bajo el sol…
Twitter @jorgegavino
Publicado en El Sol de México el 24 de octubre de 2011.
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