Jorge Gaviño Ambriz
“Desventurado el día en que el útero materno será comercializado, como se comercializa la carne de los bovinos, en este tiempo, el hombre, criatura de Dios, se convertirá en criatura de la ciencia”
Rasputín
Existió a finales de la Rusia zarista un personaje que si no hubiese existido alguien lo hubiera inventado, su papel en la historia fue determinante, tanto en la debacle del último monarca ruso, como en la gestación del malestar social que culminó en la revolución de octubre.
Corría el año de 1904, la familia real rusa, terriblemente preocupada por su heredero al trono, el zarévich Alexis Romanov, ya que estaba gravemente enfermo de hemofilia (cuando los que ostentan el “poder” no presentan ante su pueblo una clara muestra de continuidad con un heredero viable, siempre se genera una crisis política), la zarina Alexandra, buscaba con desesperación a los mejores médicos del mundo.
En algún lugar de Siberia Occidental nació Grigory Yefimovich Rasputín, un niño enfermizo, en extremo alto y delgado, de hablar fluido con frases enigmáticas, como proféticas… Sucio, desaliñado, ocupado precozmente en el sexo, muy joven, ingresa a un monasterio como castigo por sus fechorías, la muerte de su hermano y más tarde de uno de sus hijos lo hacen concebir situaciones paranormales, incluso llegó a afirmar que “la Virgen le hablaba” (actualmente algunos políticos refieren a lo mismo). Posteriormente ingresa a una secta católica de “flagelantes” que practicaban el dolor como puerta a la trascendencia, y el sexo como medio para pecar obligando al perdón divino; “el mayor placer de Dios es perdonar a los más grandes pecadores”. A partir de entonces, Rasputín acostumbró llevar un hábito derruido, una profunda mirada, hipnótica y mística. Algunos decían que al orar adoptaba una apariencia similar a la de Jesús el Nazareno.
Rasputín llegó al palacio imperial y mediante hipnosis controló la hemorragia del zarévich, a partir de ese hecho Alexandra tuvo una dependencia absoluta de lo que el “santo monje” le dictara y con ello el zar Nicolás II, que a través de su esposa, quedó también sometido.
Dentro del palacio, oraciones, rezos, magia, misticismo; fuera de éste: excesos, alcohol, orgías; entre más encumbrada fuera una dama, más la codiciaba el “monje”, el costo de una profecía: sexo; una curación: entregar a la esposa o hija; otorgar una indulgencia: arrebatos carnales.
Ante tal situación, el primo del Zar, el príncipe Yusúpov (señalado por sus preferencias bisexuales) coludido con otros nobles, deciden asesinarlo. Bastó una invitación a cenar con pretexto de presentarle a su bella esposa Irina, para conducirle a un sótano a comer y beber, esperando un feliz encuentro. Según se dice, comió y bebió tanto cianuro como para matar un caballo y un balazo cerca del corazón no fueron suficientes para cegarle la vida, ante la sorpresa de los asesinos tuvieron que disparar varias veces más al monje en huida, ni eso logró matarlo, hubo que atarle las manos y arrojarlo al congelado río Neva. La necropsia señaló que murió ahogado.
Aunque estoy cierto que el tamaño no importa, alguien decidió profanar el cadáver de Rasputín y amputarle el miembro viril. A la fecha se exhibe en el Museo Erótico de Moscú mencionando que alcanza los 28.5 cm… Curioso ¿no?
Twitter @jorgegavino
Plublicado en El Sol de México el 5 de Septiembre de 2011
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