Jorge Gaviño Ambriz
“Malditas las galerías de arte y los museos que encarcelan y clasifican el espíritu humano”
Marshall McLuhan
El mago fue el primer guía… hacía magia simpática, atrapando en un dibujo a la presa, o vencía en representación artística a los enemigos del grupo, buscando con fe ciega que lo representado se cumpliera cabalmente.
Desde entonces y después de milenios, sedentario ya, se formó entre las sociedades que compartían una sola cultura, los grupos se fueron cementando de tal manera que el habitante de un pueblo muy raramente se mudaba a otro, a pesar de que éste fuera vecino y sólo se atrevían a abandonar la protección del grupo por situaciones extraordinarias. Los viajes desafiaban el conocimiento adquirido en una sociedad cerrada, la cultura en su conjunto era puesta a prueba en el choque de civilizaciones distintas.
Los viajes fueron para la política y el arte un ariete para su desarrollo en el siglo XIX; Dostoievski visitó Inglaterra y tuvo un “shock”; en “Apuntes Invernales” el capítulo dedicado a Londres, lo tituló “Baal” (Dios de Siria y Canaán), escribió cosas terribles sobre la urbe del capitalismo: humo, mugre, violencia, prostitución, ruido, hollín, trabajo extenuante, ignorancia, esclavitud… emergía el “Dios” del dinero. A principios del siglo XX, Máximo Gorki, estuvo en Nueva York, donde escribió su célebre reportaje “La ciudad del diablo amarillo” (es decir, del dólar). En todos esos encuentros, la filosofía, la política y más tarde el arte, encontraban elementos para desarrollarse como lo hicieron con cada colisión. En el siglo pasado, el conocimiento que la gente tenía del arte de otros países era muy reducido; fue hasta la invención de la fotografía cuando los grabados para divulgar las famosas obras, pasaron a segundo término, la fotografía a color dio un paso definitivo.
Actualmente la situación ha cambiado, la gente viaja más, pero con la creación de las grandes cadenas turísticas se puede estar al otro lado del mundo y tenemos la impresión de encontrarnos en los mismos sitios, hoteles, supermercados y aeropuertos, todos por la fuerza de las normas de franquicia, se constituyen esos "no lugares", de los que habla Marc Augé.
El museo viajero ahora es una realidad cotidiana, los medios de comunicación han hecho posible que las obras de arte antes reservadas a pocos, sean visitadas por todas las clases sociales sin importar su preparación. Se gesta una revolución del pensamiento.
Pero la verdadera revolución se da en internet, que para citar sólo unos ejemplos, hoy pone a nuestra disposición las obras del Louvre de París, de la National Gallery de Londres o del Museo Nacional del Prado en Madrid.
Cuando se sacó a la Biblia del claustro y la tuvieron los profanos a su alcance, se dio un paso significativo, nada comparado con el que viene, al poner todas las obras de los grandes de todos los tiempos, a disposición de todos los cibernautas.
¿Cuál será el efecto de esta disposición cultural universal, en la mente nueva? o preguntarnos con Umberto Eco ¿cambiará internet el modo en que leemos? Yo por mi parte creo que el cambio que se viene será fuera de pronósticos, no sólo de forma de leer, sino de pensar, la revolución vendrá desde la mente.
Twitter @jorgegavino
Publicado en El Sol de México, 4 de julio de 2011.
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