(Publicado el 5 de octubre de 2004. Excélsior)
“Las constituciones escritas no tienen valor, ni son duraderas,
más que cuando son expresión fiel de los factores de poder.”
Ferdinand Lassalle*
Si preguntáramos quién tiene realmente los hilos del poder en el orbe, muchos responderían, sin duda, que el presidente de los Estados Unidos, el primer ministro del Reino Unido, el emperador del Japón o el primer ministro de Alemania. Pues nada más lejano de la realidad, ya que estas personalidades, diplomáticos u otros líderes de la política, no se encuentran dentro de la lista de los 50 hombres más poderosos del mundo. En la actualidad, los seres más influyentes en todos los aspectos, están en los mercados financieros, las redes virtuales y los medios de comunicación, que con una sola expresión pueden influir para que baje el valor de una moneda o para que se caiga la bolsa de valores de algún país; incluso, con cierta facilidad, pueden provocar la caída de gobiernos y regímenes.
En el pasado, las vías aéreas, carreteras o marítimas, eran la forma común de realizar transacciones comerciales y los países con mejor infraestructura y más eficientes ejércitos, tenían la cualidad de ser los temibles poderosos del planeta. Ahora, los mercados bursátiles realizan transacciones a la velocidad de la luz, por medio de las redes virtuales que, según Carol Abousleiman, “crecen en forma geométrica” y no tienen limitación en el espacio. Los intercambios que se manejan por medio de Internet son superiores a los presupuestos de un país.
Nació una nueva religión porque existe un nuevo dios: “el Mercado”, el verdadero amo del mundo, a cuyo servicio están una serie de jóvenes superdotados egresados de Yale, Harvard, Princeton y Stanford como acólitos ambiciosos que pretenden llegar a ser sacerdotes o cardenales, y por qué no, hasta contender para ser el Papa de esta religión. Este nuevo ser poderoso, tiene atributos divinos como la planetariedad, la permanencia, la inmaterialidad y la ubicuidad; es omnipresente y omnisapiente. Cada intercambio que se realiza por teléfono o Internet es como una “transustanciación”, en donde los valores desaparecen, entre cuenta y cuenta, para convertirse en dólares electrónicos. Los feligreses o inversionistas tienen la fe de que el dinero está debidamente protegido o guardado; no hay presencia física, todo es virtual, son millones de NIPS, con su respectivo número de cliente y estados de cuenta; millones de feligreses, cientos de miles de acólitos, miles de sacerdotes, cientos de cardenales y obispos, y pocos, muy pocos aspirantes al papado que se traduce en el verdadero representante del “dios Mercado” en la tierra.
Los creyentes de esta religión son de una corriente filosófica denominada “racionalismo económico”, cuyo fundamento se basa estrictamente en el concepto de utilidad financiera. No les interesa la estabilidad política de una nación, ni el desempleo, ni la contaminación, ni el hambre en el mundo; porque ello va en contra de su religión. Sólo intervienen en estos temas cuando les representa una ganancia o cuando se pone en peligro la estabilidad de esta gran “congregación mundial”.
Compran barato para más tarde vender caro; adquieren materia prima con salarios de hambre, devolviéndonos productos manufacturados a altos precios; monopolizan y oligopolizan mercados; son los verdaderos titiriteros del destino…
Como en toda religión, hay una magia negra en los mercados financieros que rompe los silogismos económicos, porque ahora puede valer más un negocio en el papel, que en sus activos o productos.
En última instancia, estos cardenales financieros deciden si la acción sube, permanece o baja. Lo mismo sucede con las naciones, no hay correspondencia; sólo basta comparar el monto de las reservas de cualquier país, con el fondo de inversión privado, no hay ningún Estado que supere el monto de las fortunas acumuladas en su conjunto de los 100 hombres más ricos del mundo. Como ejemplo, se señala que diariamente se mueve un billón de dólares en la bolsa americana, que es equivalente a 50 veces el montaje de los intercambios de productos y servicios.
William Henry Gates III, uno de los hombre más ricos del mundo, declaró que “sólo estamos al principio de lo que el software puede hacer”. La empresa de Microsoft está en la mayoría de los hogares y oficinas del mundo, es dueña de las autopistas de la información vía red, participa indirectamente en casi todos los proyectos tecnológicos, desde el lanzamiento de un satélite, hasta la realización de una tarea escolar. Esta empresa ha logrado acercarnos la información a sólo segundos de consulta. Ahora, participa indirectamente en proyectos como el genoma humano, abriendo las puertas para nuevos conflictos ético-morales como el hecho de seleccionar la tipología y características de bebés antes de su nacimiento, o clonar seres para su perfección; el “Dios Mercado” prepara su creación…
Los medios de comunicación ya controlan el valor más preciado de los Estados: la información. Instalan corresponsales en todo el mundo para reunir la mayor cantidad de datos posible, para luego emitir una información dirigida acorde con sus intereses, generándose una verdadera “razia” de datos. La información es controlada, subyugada a los intereses de los poderosos quienes tienen, así, la amplia facultad de manipular criterios comunales y de transmitir la cultura a su antojo y mercadeándola. Como dijo Butros Ghali, anterior secretario de la ONU, “la realidad del poder mundial escapa ampliamente a los Estados”.
Los gerentes de los fondos internacionales y los dueños de los grandes medios de comunicación son los amos del mundo. No se rigen por ninguna norma internacional pues en el ciberespacio no hay contrato social, leyes ni sanciones. Entonces, Lassalle tenía razón: “Las constituciones sólo son tinta y papel”… Los gobiernos se legitiman con votos, trianuales, sexenales, etc., pero en los mercados se vota todos los días, hasta la democracia se afecta con los nuevos dogmas.
*Ferdinand Lassalle (1825-1864). Abogado y político socialista alemán. Durante su participación en la revolución alemana de 1848, por la que fue encarcelado, entabló amistad con Karl Marx. Fue uno de los fundadores de la Asociación General de Trabajadores Alemanes en 1863. En su obra ¿Qué es una Constitución? se propuso encontrar la esencia del concepto a partir de un análisis realista; la define como el resultado de la suma de los factores reales de poder. Para Lassalle una Constitución sólo tiene tal carácter si refleja la realidad política de un Estado.
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