Reflexiones en el tiempo

27/1/11

INDEPENDENCIA A DOS GRITOS


(Publicado el 12 de septiembre de 2006 en Rumbo de México)
“Cuando un loco parece completamente sensato,
es ya el momento de ponerle la camisa de fuerza.”
Edgar Allan Poe*

Septiembre es el mes de la patria, múltiples sucesos históricos de trascendencia en la vida nacional le merecen tal calificativo; por ejemplo: la defensa del Castillo de Chapultepec el 13 de septiembre de 1847; o la primera vez que se cantó el Himno Nacional interpretado por Enriqueta Sotang en el Teatro Santa Anna, después Teatro Nacional, el día 15 de septiembre de 1854; asimismo, recordemos a los mártires del Batallón de San Patricio, migrantes irlandeses y miembros del ejército norteamericano que invadió México en 1847, pero que desertaron de las tropas extranjeras y se integraron a la milicia mexicana para defender a nuestro país y que más tarde, serían capturados por los “gringos” y colgados en la plaza de San Jacinto. También nos acordamos de la fundación de la Real y Pontificia Universidad de México, creada a solicitud de Fray Juan de Zumárraga por una Cédula Real expedida por Felipe II el día 21 de septiembre de 1551.

En este noveno mes del año, festejamos los natalicios de algunos personajes de la historia mexicana: el día 8 Josefa Ortiz de Domínguez y José María Pino Suárez; Nicolás Bravo el 10; Guadalupe Victoria el 16; Agustín de Iturbide el 27 y José María Morelos el 30. Igualmente, remembramos en este mes los fallecimientos del tlatoani mexica Ahuizotl el día 2; de José Clemente Orozco el 7; de Ignacio Zaragoza el 8, y de Justo Sierra el 13, por citar algunos.

Pero quizás, la fecha con mayor tradición mexicana en este mes de la Patria, es el 16 de septiembre, día de la Independencia de México, el cual fue solemnizado por José María Morelos en el artículo 23 de los “Sentimientos de la Nación”, declarándolo como el momento en que se “...abrieron los labios de la Nación para reclamar sus derechos, y empuñó la espada para ser oída, recordando siempre el mérito del grande héroe el señor Don Miguel Hidalgo y su compañero Don Ignacio Allende..” Desde esa fecha, Ignacio López Rayón celebró tal conmemoración con la marcha de su ejército y descarga de artillería en Huichapan, Hidalgo, hecho que registró en su diario de operaciones militares. A partir de entonces, cada año se ha revivido tal evento, con excepción del año de 1847, debido a la invasión norteamericana.

La tradición de dar el grito a las 11 de la noche del día 15 de septiembre, nace en la celebración del centenario de la Independencia en 1910, cuando Porfirio Díaz salió al balcón de Palacio Nacional a esa hora y día, porque coincidía con su cumpleaños. Los gobernantes del siglo XIX daban el grito en la madrugada, a las cinco del día 16, como ocurrió originalmente en la ciudad de Dolores, Hidalgo.

En este mes de septiembre, México se viste de los colores nacionales, no hay un rincón del país en donde no se vea una bandera, un escudo o algún retrato de los héroes de la Independencia. Es una fecha en la que estamos atentos para escuchar a las 11 de la noche del día 15, el iViva México!, iViva nuestra Independencia!, iVivan los héroes que nos dieron Patria!; seguidos de las 23 campanadas, y al unísono, sin importar color, credo o preferencia política contestamos: iQue Viva!

Ahora será distinto, ya no pondrán la clásica iluminación por el Paseo de la Reforma, la Avenida Juárez o la plancha del Zócalo; este concierto de luminarias fue sustituido por carpas multicolores de algarada; baños públicos transportables; tinacos proveídos de agua por el gobierno del D. F.; energía auspiciada por la Compañía de Luz y montones de basura. Aquellos carteles de focos multicolores con los perfiles de los independientes que colgaban de un extremo a otro en la calle de Madero, fueron reemplazados por mantas amarillas y rojas con consignas grotescas y repletas de faltas de ortografía.

Este año, el grito de la noche del quince será a dos voces: la primera, del Presidente Constitucional de México y la otra, de un presidente pirata, cuyos seguidores, acaparando el Zócalo y de espaldas al balcón de Palacio, desentonarán con alaridos de insultos y proclamas políticas.
Otra voz entonará el Himno Nacional y los Viva México desde la seguridad de sus hogares y relegada a escuchar y observar el evento por algún medio masivo de información. Triste será el recuerdo, y la historia lo mantendrá en su memoria como la señal de un pueblo dividido por un caudillo tabasqueño que no aceptó su derrota. En la madrugada del 16 de Septiembre, el escenario de la plancha del Zócalo y los alrededores va a cambiar.

Aquellos toldos que guarecían a los seguidores de López Obrador se tendrán que doblar y guardar para otras ocasiones. Las cocinas, despensas y baños improvisados se verán acumulados en los almacenes de las Delegaciones Políticas o en los de los proveedores. El personal de limpieza del Gobierno del D. F., trabajará a marchas forzadas para dejar libre y limpio el lugar a las Fuerzas Armadas Mexicanas para que realicen su tradicional desfile y nos den un respiro a los que verdaderamente estamos en la resistencia pacífica.

Tendremos desfile y no por gracia o condescendencia de una minoría o de un líder vencido, sino por historia y tradición; ya se dieron cuenta los “obradoristas” que la intolerancia resta y divide. En el futuro, el que quiera hacer política tiene que aprender a sumar y a multiplicar.

Se trata de una remembranza histórica de aquellos que participaron con valentía para legarnos una tierra independiente, iniciada un 16 de septiembre de 1810. Todo lo glorioso que ocurrió en el pasado, debe prevalecer en la memoria e igualmente debe ser conmemorado.

*Edgar Allan Poe. (1809-1849) Escritor, cuentista, poeta, crítico y editor estadounidense; unánimemente reconocido como uno de los maestros universales del relato corto. Es considerado el padre del cuento de terror psicológico en su país. Fue precursor del relato detectivesco y de la literatura de ciencia ficción, y renovador de la llamada novela gótica. Su obra poética magistral El Cuervo, es traducida por primera vez al español en el año 1887.

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