(Publicado el 30 de septiembre de 2001 en El Día)
La guerra es el fracaso de la diplomacia.
Dicho popular.
Es muy lamentable que sean los Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y no la Organización de las Naciones Unidas (ONU), quienes estén manejando el conflicto internacional que se avecina a raíz del ataque terrorista en la Unión Americana.
Ya estamos siendo testigos de cómo el derecho Internacional se fractura permanentemente; nace el siglo XXI en un ambiente en el que prevalece la “Razón de la Fuerza”, la Ley de la venganza ciega, el ataque rabioso, y la inercia de la historia bárbara que mañana estudiarán nuestros hijos con horror.
El Presidente Bush convocó a hacer un frente antiterrorista mundial, pero ¿cómo puede Washington formar la coalición internacional contra el terrorismo, cuando este país nunca ha ratificado las convenciones internacionales contra el terrorismo aprobadas en la ONU?, ¿cómo puede, al margen de la ONU, actuar unilateralmente negando los principios fundamentales de esa Organización Internacional?, ¿por qué es la OTAN y no las Naciones Unidas la que emprende un frente común contra las naciones que protegen y estimulan al terrorismo? La respuesta puede ser macabra, el presidente Bush no quiere que un organismo maneje la operación porque ésta va más allá de la venganza, la operación “Justicia Infinita” está encaminada a que el mundo no alineado se doblegue ante el imperialismo yanqui.
El Consejo de Seguridad del Tratado del Atlántico Norte, puso todo su arsenal militar a disposición de la Casa Blanca y se prepara para lanzar una ofensiva militar contra los supuestos responsables de los atentados registrados en Estados Unidos y los gobiernos que los protegen; la OTAN está lista para apoyar la masacre que se espera al momento en que Washington lo solicite, para responder a los atentados terroristas los cuales fueron calificados en Bruselas como “una declaración de guerra”, pero ¿guerra contra quién?, ¿en dónde? El Secretario General de la OTAN, George Robertson, exigió a los Talibán que entreguen inmediatamente a los dirigentes de la organización Al-Qaeda, incluyendo a su jefe, Osama bin Laden. Por su parte, Afganistán ha señalado que este presunto terrorista internacional abandonó su territorio y que ignoran su paradero; seguramente habrá bombardeos, invasión del territorio afgano, derrocamiento del régimen manejado por los Talibán, miles de muertos militares y civiles, imposición de gobernantes, hambruna, epidemias, medallas al mérito en combate… sin embargo, el terrorismo se mantendrá incólume en el mundo.
Es infantil pensar que con estas acciones, manejadas por un gobierno, aunque éste sea el más poderoso de la Tierra, se pueda acabar con los terroristas suicidas que se quitan la vida creyendo que su muerte deberá ser recordada de manera proporcional al terror que causen a sus enemigos a quienes equiparan con el demonio causante de que sus seres queridos vivan en esclavitud agobiante. No es de creerse que al invadir Afganistán los extremistas musulmanes fanáticos, renuncien a atacar a una civilización que no comprenden y que consideran representante de la infidelidad y, por lo tanto, enemigos de Mahoma y de su fe. Es miope de intelecto quien crea que derrocando a un gobierno, se resolverán los atentados en Israel, en España, en Francia, en Inglaterra, en los Estados Unidos o en alguna otra parte. Es idiota suponer que la guerra logre la paz, como no sea la paz del sepulcro.
Habrá niños descuartizados que, por ser musulmanes, merezcan menos piedad, habrá mujeres que por llevar el rostro cubierto, merezcan menos compasión al ser violadas, habrá seres humanos que lo serán menos por pertenecer al Islam, habrá fanatismo de uno y otro lado; el terrorismo apenas empieza. Pobre humanidad, Dios que es único, está sordo a las plegarias de todos sus hijos, divididos al buscar cada uno por su lado, la verdadera fe.
Nos oponemos a un gobierno intruso que dañe los derechos civiles y el sagrado derecho de la autodeterminación; no se puede lograr, de una manera unilateral y clandestina, el triunfo contra el terrorismo. El Consejo de Seguridad de la ONU debió actuar con celeridad adoptando, desde el día siguiente de los atentados del 11 de septiembre contra Nueva York y Washington, una resolución que la pusiera al frente de los acontecimientos y en la dirección de las acciones contra el terrorismo.
Pero sucedió exactamente lo contrario, la resolución 1368 votada unánimemente, llama a los Estados miembros a luchar contra los terroristas y quienes los protegen, pero sobre todo, recuerda el derecho de todos los países a la legítima defensa, esta última cláusula fue agregada a último momento a petición de los Estados Unidos. Con esta resolución, los Estados Unidos se sienten alentados a perseguir a los terroristas, convirtiéndose en los policías del mundo, guardianes de sus intereses y de su destino.
A la comunidad internacional no le consta que Bin Laden, antiguo miembro y protegido de la CIA, sea el instigador de los atentados más destructores y más graves ocurridos en los Estados Unidos, pero aunque lo fuera, no será la guerra la que logre resolver, ni siquiera en mínima parte, la lacra del terrorismo.
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