Reflexiones en el tiempo

25/1/11

GUERRA DE ENCUESTAS


(Publicado el 29 de noviembre de 2005. Excélsior)
“La política no es una ciencia exacta.”
Otto Von Bismark*

Cada vez es una práctica más común en el mundo entero, que tanto las encuestas de opinión como las electorales sean usadas antes de la toma de decisiones políticas. Ante la creciente importancia de estos instrumentos de medición, vale la pena repasar con los amables lectores lo que son y lo que representan las encuestas, sobre todo, en un ambiente preelectoral. Las encuestas son herramientas cuantitativas de investigación social, se implementan mediante la consulta a un colectivo elegido de forma estadística empleando un cuestionario.

Normalmente, se realizan a través de muestras representativas de una población mayor.

Las encuestas pueden ser personales, telefónicas o por correo. Las primeras son las más fiables y costosas. Al margen de las preferencias electorales que pudiéramos tener, es un hecho que nuestros políticos padecen de “encuestitis”, que es una enfermedad que define el estado de ánimo personal de acuerdo con los resultados obtenidos; cuando les son favorables, son motivo de alegría, satisfacción y júbilo; pero cuando son negativos, provocan dolores de cabeza, enojo, frustración y una imperiosa necesidad de negar la veracidad de las mismas. Pero, ¿por qué darles tanta importancia? No obstante que una buena encuesta es una “fotografía” de la realidad, no hay que fiarse demasiado de las encuestas electorales porque los cambios políticos pueden ser radicales. Recordemos que en España un acto terrorista hizo fracasar a todas las encuestas en la elección pasada; además, mientras más lejano sea el día de la elección, menor es el valor predictivo de una encuesta y esta es la razón por la que en el curso de una campaña se deben hacer varias encuestas sucesivas.

Las encuestas de opinión pública tienen sus antecedentes en las denominadas “votaciones particulares”, realizadas en 1824 por dos periódicos norteamericanos, principalmente a través de papeletas y entrevistas personales a ciudadanos seleccionados mediante muestreo, cometiendo, como era previsible, grandes errores.

En 1936, Gallup acierta con sus encuestas sobre el triunfo de Truman a la Presidencia de los Estados Unidos. A partir de entonces, se logró captar el interés de los especialistas sobre el problema de la medición de la opinión pública.

En México, el combate entre los precandidatos a la Presidencia se ha polarizado tanto que los encuestadores toman partido y se apartan del método científico, haciéndolo tan elástico que el resultado de la encuesta correspondiente se acerca al interés del contratante. Todavía no arranca la competencia oficial por la Presidencia de la República, y las encuestadoras ya hacen pingües negocios tratando de adivinar lo que ocurrirá en el 2006; cuestionan la metodología empleada por las otras y la forma de interpretar los resultados.

En los últimos meses, se observó que las principales encuestadoras coincidieron en por lo menos tres aspectos fundamentales: en primer lugar, mostraron un decremento de intención de voto por Andrés Manuel López Obrador; en segundo, un incremento de los votos a favor de Felipe Calderón Hinojosa; y en tercer lugar, una pérdida de preferencia por Roberto Madrazo. A pesar de que todas ellas mantienen a la cabeza a AMLO, las distancias se han acortado considerablemente, lo que implica que entre el primer y el tercer lugar, no existirán más de siete puntos. De continuar con esta tendencia, terminaremos el año con un virtual empate técnico de las tres fuerzas más representativas a nivel nacional.

En México, se comenzó a prestar atención a las encuestas a raíz de la apertura democrática, sobre todo en elecciones estatales con preferencias electorales muy cerradas. En el caso de ex-jefe de gobierno capitalino, los resultados de las encuestas fueron influyentes para tomar decisiones de Estado; el proceso de desafuero le dio puntos de ventaja en las encuestas en relación con sus competidores, en esos momentos, el político se apoyó de forma contundente en las encuestas y resaltó el profesionalismo de las mismas; sin embargo, ese mismo personaje dice ahora que “...los de arriba, los picudos, los camajanes, empezaron con una nueva estrategia: manipular las encuestas para mandar el mensaje de que ya todos estamos iguales; de que ya nos están alcanzando. ¡Al diablo con esas encuestas!, las cifras están truqueadas. Lo que no quieren es que yo gane la Presidencia de la República”.

Las encuestas son un instrumento científico, no un arma política. Ojalá que en lo sucesivo, se les dé su justa dimensión. Hasta la próxima.

*Otto Von Bismarck (1815-1898) Político prusiano, artífice de la unificación alemana y pieza clave de las relaciones internacionales de la segunda mitad del siglo XIX. Fue ministro-presidente de Prusia de
1862 a 1873. Llamado el Canciller de Hierro, al desempeñar ese cargo en Alemania durante 1871y
hasta 1890.

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