“Serán tal vez los potros de bárbaros atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte.” César Vallejo
Los números, las cifras, son fríos heraldos que dan cuenta de diversas realidades. Con la misma indiferencia que anuncian algo que nos colma de alegría, pueden retratar situaciones desgarradoras. Tal es el caso del último reporte que presentó el INEGI sobre las características de las defunciones registradas en México durante 2020.
Por cuarto año consecutivo, la principal causa de muerte de las personas en los grupos de edad de 15 a 24 y de 25 a 34 años en nuestro país es el homicidio. El grupo etario que le sigue (de 35 a 44 años) solamente rompió esta tendencia en 2020 a causa del COVID: pero, desde 2017, las agresiones derivadas en homicidio han sido la principal causa de muerte de los tres sectores más jóvenes y productivos de mexicanas y mexicanos.
Es un dato lamentable. Por un lado, duele ver una estadística que representa tantas vidas truncadas de manera abrupta por la violencia. Por el otro, es un reflejo de la poca seriedad con que se ha intentado controlar a los grupos criminales en el territorio nacional. No podemos pasar por alto que lo que subyace a toda esta violencia es una marcada pasividad por parte de las autoridades frente a todos los delitos, incluyendo los casos de asesinato. Cuando se busca la justicia lo único que se consigue es redescubrir el alto índice de impunidad que existe en nuestro país.
Según datos oficiales obtenidos vía transparencia dados a conocer por el periodista Arturo Ángel, entre 21 Fiscalías locales y la FGR se acumulan más de 170 mil órdenes de aprehensión sin cumplimentar. En seis estados hay siete mil prófugos por asesinato.Si a esto añadimos que la cifra negra nacional (los delitos que no se denuncian) es del 93 %, queda claro lo profundo del abismo en el que nos encontramos y lo lejos que estamos de vivir en paz.
Mientras usted lee estas líneas, México ya rebasa los cien mil homicidios dolosos en lo que va de este sexenio en el que se supone se lograría la pacificación del país en cuestión de meses. Las cifras ya eran alarmantes, pero lo es más la escasa atención que presta el Gobierno Federal al evidente crecimiento de los grupos criminales.
Por ejemplo, según la DEA, el Cartel Jalisco Nueva Generación ya opera en 25 de los 32 estados dela República y está documentado que ha comenzado a recurrir a la leva(reclutamiento forzoso) para hacer más numeroso su ejército. Este es el mismo grupo que hace más de un año tuvo la capacidad operativa para llevar a cabo un atentado en contra del secretario de Seguridad de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, quien por fortuna logró evadir la aciaga estadística que comentamos al principio de este texto.
Los números, esos negros heraldos, marcan la terrible situación de precariedad y violencia a laque el crimen ha orillado a los jóvenes de nuestro país. El remedio no llegará pronto y costará mucho resarcirlo, pero, como sociedad, debemos exigirle alGobierno Federal que enfrentarlo se convierta en trabajo de todos los días.
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