“La historia no tiene tiempo para ser justa.
Como frío cronista no toma en cuenta más que los resultados.”
Stefan Zweig
No
se habla de otra cosa. Un solo tema domina los medios, las redes
sociales, las conversaciones en todo el mundo: El coronavirus.
Las
cifras cambian por minuto, su comportamiento parece aleatorio. Lo único
cierto es una cosa: la próxima vez que usted lo revise, el número será
más alto. ¿Qué tan más alto? Imposible decirlo.
El pasado 26 de
marzo de 2020, mientras escribía este artículo, había un total de 525
mil casos confirmados en 198 países y territorios. Estados Unidos
acababa de convertirse en el líder mundial de contagios. China tenía 67
nuevos casos, prácticamente nada comparados con los casi 7 mil que vio
España en cuestión de un día.
La ola parece haber
terminado su recorrido por Asia, parece estar alcanzando su cúspide en
Europa y está empezando a crecer con fuerza en América. Pero todo puede
cambiar de un momento a otro. Nadie sabe con precisión qué va a pasar ni
en qué punto de la curva nos encontramos.
Lo que sí está más claro, es el terrible derrumbe de la economía
global que quedará como legado a largo plazo de esta crisis sanitaria.
A
diferencia de lo que sucederá con la propagación del virus en términos
de salud y de pérdida de vidas humanas, el impacto que tendrá en la
estructura financiera mundial es muy predecible.
Los analistas ya
apuntan que nunca antes en la historia, la economía del mundo había
tenido un desplome tan vertiginoso como el actual. Es muy probable que,
en comparación con lo que viene, la pesadilla financiera de 2008-2009
pase a la memoria como un ligero inconveniente.
La recesión es
ineludible. La duda ya no es si habrá un estancamiento en la mayoría de
las economías mundiales, sino qué tan profundo será, cuánto tiempo
tomará salir y cómo será el nuevo paradigma financiero.
¿Qué
empresas resistirán? ¿Qué industrias van a desaparecer? Sea cual sea la
respuesta, ya podemos adelantar que millones de personas perderán su
trabajo, las fuentes de sustento de miles de familias desaparecerán
junto con el virus que provocó esta epidemia.
Por eso también hay voces que cuestionan la escala de las medidas que se han tomado en distintas partes del mundo.
Aún
cuando está claro que la prioridad ante cualquier tema que tenga que
ver con dinero, siempre debe ser la salud, hay quienes señalan que esta
forma de destruir la economía global, acarreará más víctimas.
Aunque
a muchos nos gustaría ver que se implementaran esquemas estrictos de
aislamiento y distanciamiento social, como se han implementado en otros
países, la situación de nuestro país es compleja y delicada.
En
Guerrero y Michoacán, los carteles ya están empezando a aprovechar la
emergencia sanitaria para desplazar a los habitantes, aumentando su
poder y control sobre estas zonas.
Por otra parte, México no es un
país rico. Tan no somos ricos que hoy el precio de la tortilla
representa una amenaza más grande para la mitad de la población, que un
virus para el que no hay vacuna ni tratamiento.
Esta es la
realidad y tenemos que afrontarla. Se requieren políticas públicas
urgentes para proteger a los más vulnerables durante esta pandemia.
Pero, como nunca antes, será necesario implementar medidas económicas para ayudarles a sobrevivir lo que vendrá después.
*Vicecoordinador del Grupo Parlamentario del PRD en el Congreso de la Ciudad de México.
Publicado en: https://www.elsoldemexico.com.mx/analisis/el-legado-de-la-pandemia-5027355.html
Twitter: @jorgegavino
Facebook: JorgeGavinoOficial
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