Jorge Gaviño Ambriz
“Dios no tiene tiempo de convertir a nadie en alguien. Cada uno de nosotros tiene talentos internos, esperando a ser puestos en acción”
Mary Kay
Los grupos sociales conocidos como “grupos en condiciones de desventaja”, representan una gran parte de la sociedad mexicana; éstos incluyen a las mujeres violentadas, refugiados, personas con VIH/SIDA, personas con preferencia sexual distinta a la heterosexual, adultos mayores, personas con alguna enfermedad mental, y personas con discapacidad. De acuerdo con la clasificación internacional del funcionamiento de la discapacidad y la salud, define a las personas con discapacidad como aquellas que tienen una o más deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales que al interactuar con distintos ambientes del entorno social pueden impedir su participación plena y efectiva en igualdad de condiciones con los demás.
En una sociedad tan desarrollada y globalizada como la nuestra, misma que ha buscado exhaustivamente mejorar aquellas áreas que impiden el progreso, es increíble que estos grupos no encuentren un valor, igualdad y apoyo como pareciesen tener los demás ciudadanos. Simplemente en el Distrito Federal se detectaron aproximadamente 25,627 personas con algún tipo de discapacidad permanente, sin embargo en nuestras ciudades aun vemos una enorme carencia de servicios apropiados para aquellos invidentes, que al cruzar una calle tienen que aventurarse, pues no todos los semáforos son con sonido; esperando así que alguien les ayude a cruzar o desarrollar aun más el sentido del oído.
Por otro lado, mientras el hecho de que se mejoren los sistemas de transporte colectivo, se abran más líneas, se eficiente el servicio y a su vez las instalaciones, resulta una prioridad para las autoridades, los gobiernos e incluso para aquellos que aspiran actualmente a gobernar, es increíble que las personas con discapacidades, que van desde una fractura, un esguince, entre otras, no sean de importancia para dichos proyectos, pues aún cuando se les designa un lugar específico, el llegar hasta el es toda una odisea. No existen rampas para bajar al metro, ni en las banquetas, esto a pesar de que el 58.3% de la población con discapacidad, según estudios del INEGI en el 2010, están imposibilitados de caminar ó moverse, razón por la que en el metro, muchos optan por tirar la silla de ruedas, y bajar arrastrándose escalón por escalón, otros piden ayuda (cuando la hay) y a otros definitivamente les toma medio día o más trasladarse de un lugar a otro, pues es caminar o tomar un taxi que los quiera llevar. Los camiones, peseros, trolebús entre otros, tampoco cuentan con elevador para aquellos que usan silla de ruedas; es una discriminación para todos ellos.
A la situación de dependencia que hay para desplazarse, se le tiene que agregar la económica dado que únicamente el 6.7% de las personas con discapacidad tienen algún ingreso por su actividad económica, el 19.5% son estudiantes y el 73.8% están en el hogar de tiempo completo; tomando en cuenta que los ingresos totales de estas familias ascienden a un salario mínimo en el 70% de los hogares, a dos en el 18% y a tres en 11.5%. En cuanto al tema de empleo, existe un gran número de personas que viven con síndrome de Down, sin embargo, se sabe tan poco y se tiene completo desconocimiento de todas las habilidades y actividades que éstos tienen. Sabemos que existen fundaciones, sin embargo no sabemos que se podrían generar empleos si estuviéramos más informados al respecto. Por nombrar una, la Fundación Arte Down México, implementa la terapia del arte, donde se ha descubierto la facilidad que los niños, jóvenes y adultos que pertenecen a la asociación tienen para las manualidades; los cuadros así como las obras de arte podrían ser parte de una galería, venderse y por ende dar trabajo a muchos.
Es necesario crear y fomentar una sociedad integrada, donde en aras de mejorar los servicios, todos los grupos sean tomados en cuenta.
Twitter @jorgegavino
Publicado en el Sol de México el lunes 16 de abril del 2012
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