(Publicado el 23 de julio de 2001 en El Día)
“Es un error capital teorizar antes de tener datos.
Sin darse cuenta, uno empieza a deformar los
hechos para que se adapten a las teorías, en
lugar de adaptar las teorías a los hechos.”
Sherlock Holmes en Escándalo en Bohemia*
En los últimos meses ha tenido lugar un cierre masivo de empresas con el consecuente y devastador desempleo, hecho que contrasta con las promesas de campaña del presidente Fox de dar “...a todos los mexicanos y mexicanas una oportunidad laboral... o cuando menos un crédito para poner un changarro y adquirir un vocho.”
Según información del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), la tasa de desempleo aumentó a 2.83% de la población económicamente activa en los primeros meses del año, la de ocupación parcial por razones de mercado aumentó de 3.32 a 3.60%, en tanto que la tasa de presión general se incrementó de 3.53 a 3.86%.
Estos datos, bastarían para alarmar a cualquiera, pero la estadística se transforma en angustiante, cuando se observa la desesperación de los jóvenes, que al término de los ciclos escolares desean incorporarse al mercado laboral sin conseguirlo. Bien sabemos que el desempleo y el subempleo de los jóvenes constituyen un fenómeno extremadamente pernicioso para la sociedad y el gobierno Foxista no ha hecho nada para estimular a empleadores, trabajadores y autoridades a buscar soluciones contra este problema. Se ha pretendido justificar lo anterior con el pretexto de la desaceleración económica en los Estados Unidos de América, soslayando factores internos que por sí mismos provocarían el fenómeno.
Con gran asombro he venido siguiendo los acontecimientos suscitados en torno a la mal llamada “Transición Democrática” en México (término acuñado en España que se refiere al tránsito del régimen dictatorial de Franco hacia elecciones populares en las que Felipe González resultó triunfador). En este cambio de régimen hemos podido ser testigos de infinidad de declaraciones y hechos que ha enrarecido el ambiente de “cambio con rumbo” que se nos prometió y que, por lo que se observa, no llegará.
El problema, ciertamente, viene de lejos: de otros gobiernos y de otros tiempos, pero parece que no aprendemos de la historia por lo que estamos condenados a tropezar con la misma piedra. La petrolización de nuestra economía, el enorme crecimiento de nuestra deuda externa, una política generalizada de endeudamiento, la pretensión de privatizar las empresas públicas, la idea enfermiza de establecer topes salariales, y en suma, el llamado neoliberalismo, contraviene los intereses nacionales y populares.
Desde hace muchos años, en la época de Miguel de la Madrid, se nos alertó de que el Estado estaba obeso; a partir de entonces se instrumentaron políticas para su espectivo adelgazamiento: se desincorporaron empresas públicas las cuales se extinguieron, fusionaron, liquidaron, transfirieron a las entidades federativas y municipios, y se vendieron a los empresarios privados nacionales y extranjeros; se privatizaron grandes y productivas empresas estatales como la banca y la telefonía; y se dio entrada a grandes inversiones especulativas extranjeras. Todo ello, fue ayer y es nuevamente hoy en el sexenio de Fox, el eje central de la política.
Se reformó el artículo 25 constitucional, a efecto de incluir tesis contrarias al nacionalismo; ya nunca más el estado será rector de la economía, conservando solamente la facultad de dictar las normas. Se logró el objetivo: debilitarlo. Igualmente, se modificó el artículo 134 de nuestra Carta Magna para dar sustento jurídico a la venta de las empresas del Estado; y más tarde se reformó el artículo 28 para suprimir del listado de áreas estratégicas a la comunicación vía satelital y a los ferrocarriles; se reformó también el artículo 27 para finalizar el reparto agrario, privatizar los ejidos, meter esa tierra al mercado inmobiliario y propiciar la compra de tierra por parte de nacionales y extranjeros; así como para desregular la actividad económica, dicho en otras palabras, se quitaron impedimentos legales para favorecer los intereses del gran capital.
De la misma manera, y desde el exterior, se nos vendió la idea de realizar modificaciones en materia de inversiones extranjeras, primero al reglamento y después a la Ley correspondiente, con el propósito de evitar la prohibición a los extranjeros de participar con un capital mayor al 49% en las empresas; y de esta forma, se intentó convencer a la opinión pública de que vender PEMEX al capital privado, inclusive al extranjero, no significa atentar contra el país, ni contra los objetivos que se propuso la nacionalización petrolera de 1938.
Pero no sólo se han realizado reformas Constitucionales, también se efectuaron reformas legales, algunas de las cuales, contravienen de los principios de nuestra Carta Magna. Un ejemplo contundente de ello es el relativo a la Ley de Energía, que transgrede lo establecido en la parte final del párrafo sexto del artículo 27 de la Carta Fundamental el cual dispone que “…corresponde exclusivamente a la nación generar, conducir, transformar, distribuir y abastecer energía eléctrica que tenga por objeto la prestación de servicio público”.
Además, el actual gobierno se aventuró a publicar un reglamento que va más allá de la ley de la materia, situación que generó una controversia Constitucional promovida por el Poder Legislativo en contra del Ejecutivo.
Supuestamente, en el pasado existía una alianza entre los trabajadores y el gobierno, al menos ese era el discurso, aunque otros los hechos. Hoy, el Presidente Fox ha dicho que los trabajadores tendrán una recuperación en el salario; no obstante, sigue el retroceso salarial y empiezan los despidos masivos. Lo único que ha hecho el Presidente, es poner al frente de la Secretaría del Trabajo a Carlos Abascal, su hombre más reaccionario y cuyo currículo lo descubre como representante y líder de los empresarios y émulo de los cristeros.
Al ver todo esto, uno se pregunta...¿cuál transición?
*Sherlock Holmes es un personaje ficticio, protagonista de una serie de 4 novelas y 56 relatos de ficción. Fue creado en 1887 por Sir Arthur Conan Doyle. Sherlock Holmes es el prototipo de investigador cerebral por excelencia e infl uyó en gran medida en la ficción detectivesca posterior a su aparición
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