(Publicado el 3 de diciembre de 2001 en El Día)
“Combatir la burocratización dentro del partido
es tarea vital para prevenir degeneraciones y
distinciones encaminadas al privilegio”.
Jesús Reyes Heroles*
Hasta el pasado 2 de julio, todo el “aparato” del PRI se movía sobre dos ejes fundamentales: el poder representado por el Presidente de la República, y la ideología con un discurso muy cercano al pueblo, que reivindicaba sus aspiraciones y, de manera determinante, lo hacía su gran aliado. La maquinaria era impelida por un combustible: los recursos económicos y materiales que fluían de manera copiosa, sobre todo, en campañas electorales.
La ideología era la brújula, el Presidente la capacidad de realización, y los recursos el ánima de un partido que garantizaba progreso o cuando menos esperanza para todos. Había permeabilidad social, de manera que el que ayer estudiaba en la escuela pública, garantizaba su futuro; el que ayer militaba, se ganaba espacios cada vez más importantes de participación.
A lo largo del tiempo se oxidaron las vías y escaseó el combustible; el partido no cambió con las exigencias de las circunstancias, el eje ideológico fue sacrificado para servir al eje del gobierno; la voluntad del Presidente era más importante, mucho más, que cualquier principio histórico o ideológico; se empezó a servir con mayor diligencia al capital que al trabajo; se impuso el nombre de partido de los trabajadores y, en los hechos, los abandonaron en el capitalismo salvaje; algunos se corrompieron y contaminaron al instituto de indignidad con su descrédito. Se asfixió al ejido al mandarlo al mercado inmobiliario, la banca especializada en el agro con créditos oportunos y suficientes fue una promesa incumplida, y se trastrocaron los principios liberales con las reformas al 130 Constitucional.
Ya no se cuenta, como antes, con apoyos económicos que permitan llevar la misma inercia, no se cuenta tampoco con el líder nato e indiscutible, jefe de las instituciones nacionales, fi el intérprete de la historia que garantice la cohesión del PRI; lo único que sí se puede reconstruir es la idea, la ideología, el programa, el ideario, el plan, que haga recobrar la confianza entre los priístas.
El PRI sobrevivió frente al protagonismo de Salinas, no se colapsó del todo ante la desesperanza surgida con la muerte de Colosio, resistió la “sana distancia” planteada por Zedillo; ninguno de estos tres protagonistas consiguió anular las bases que conformaron el llamado partido de Estado. Sin embargo, el ascenso de los tecnócratas, abrió la puerta para la derrota del 2 de julio, el corporativismo corrupto y omnipotente hizo necesaria la alternancia; la ruptura con la historia y no Fox, fue la que sacó al PRI de los pinos.
Lo que haga el PRI en los próximos meses será vital para su destino, al escoger a su dirigente, marcará el contenido genético de su futuro, será algo parecido a colocar la piedra angular fundacional. Tres personajes realmente con posibilidades aparecen en el panorama para la dirigencia y la militancia: Rodolfo Echeverría, Beatriz Paredes y Roberto Madrazo. Los tres tienen puntos a favor y carga histórica y personal que les es adversa; algunos comentaristas señalan que el más indicado para ocupar el puesto y dirigir al PRI es Madrazo ya que es un político nato, hombre combativo, con hondas raíces de priísmo y posee las artes necesarias para sacar a su partido del marasmo en que hoy se encuentra; además, cuenta con el apoyo de varios gobernadores y de Elba Esther Gordillo, líder moral del Sindicato de Educación, sin olvidar que es hijo del inolvidable Carlos Madrazo, quien alentó el ideal de hacer del PRI un partido profundamente democrático, hecho que lo llevó a la muerte, pero también, a la inmortalidad.
El Madrazismo está decidido a romper con los ciclos neoliberales y pretende retornar a los postulados del nacionalismo revolucionario; sin embargo a sus adeptos se le señala como un grupo corrupto que se ha enriquecido con canonjías inconfesables. Los propios priístas no simpatizantes de Madrazo están dispuestos a cerrarles el paso utilizando estos argumentos en un juicio político, lo que ocasionaría, sin duda, un desgarre de efectos devastadores en las filas del partido.
Tres veces fue denunciado el ex gobernador de Tabasco para ser llevado a juicio; lo salvó el traidor Arturo Núñez, cuando encabezaba a la fracción priísta en la Cámara de Diputados. Hoy, el tema está contra reloj pues el juicio político procede sólo hasta un año después de concluida la responsabilidad pública, es decir, hasta el 31 de diciembre.
Por otro lado, un grupo de legisladores está cabildeando fuertemente para que Beatriz Paredes se suba a la arena y se enfrente al tabasqueño. Paredes ya ha sido senadora, gobernadora, dirigente de la Confederación Nacional Campesina, subsecretaria, y embajadora; y es precisamente ella quien puede ser ahora el factor de unión o desunión de su partido.
*Jesús Reyes Heroles (1921-1985). Destacado político, jurista, historiador, académico e intelectual mexicano; considerado ideólogo del PRI.
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