(Publicado el 3 de enero de 2006. Excélsior)
“… nos cortaron nuestros troncos, quemaron nuestras ramas,
pero no podían matar nuestras raíces.”
Anciano Maya Quiché*
A doce años del levantamiento del EZLN y a ocho de aquella fatídica matanza de 45 personas, entre mujeres y niños, en Acteal Chiapas; poco, muy poco se ha logrado para el indigenismo mexicano. Esta incomunicación entre dos mundos sigue vigente, y no se debe a diferencias étnicas, sino a la distancia terrible que apreció ya Platón: la que existe entre los pobres y los ricos.
El beneficio del levantamiento es unipersonal, sólo publicidad para Marcos. Muchas entrevistas en distintos medios nacionales y extranjeros, fotografías del Subcomandante en distintas poses y con el mismo atuendo, emulando al Che Guevara, su inseparable pasamontañas negro, su uniforme verde guerrilla desgastado por el uso o por el tiempo, su pipa de corte inglés, su tabaco maple importado y una diadema de intercomunicación conectada a ninguna parte.
Este Marcos, el valedor de la justicia y de la democracia para los indígenas, el defensor de los usos y costumbres de los pueblos indios, viste y calza con atavíos que los naturales precortesianos no usaban y tampoco usan ahora. Una gorra maltratada y redondeada, botas de militar y fusil M16; mientras que sus compañeros usan sombrero, ropa lacandona, huaraches y palo pintado de negro simulando un rifle. El caballo, instrumento esencial en la conquista, símbolo nacional traído de España, le sirve como transporte; mientras que sus soldados son leales peones sirvientes de intereses que desconocen.
La computadora personal, le es útil para estar en contacto con el mundo; mientras que sus colegas de batalla esperan recibir clases de español. Alto, blanco y barbado, con manos finas y uñas delgadas; da instrucciones y discursos a individuos de baja estatura, morenos, lampiños, de ojos negros y de manos calludas.
Marcos insiste en dialogar con la nación en año electoral; empieza la otra campaña, pero no es más que lo mismo. Según el Subcomandante, el país va camino del fascismo y no precisamente por la vía de un golpe militar, sino por el de la derecha fascista. Con el estandarte de una nueva y verdadera izquierda, decide abandonar uno de sus refugios para encontrarse con la sociedad civil, pero ahora de manera distinta, pues renuncia al equino y lo cambia por un vehículo motorizado de dos ruedas, otra vez imitando al “Che”.
Desde que el EZLN se levantó en armas para reclamar democracia, libertad y justicia para todos los mexicanos en 1994, es la segunda vez que el Subcomandante sale de la selva lacandona; la primera fue en marzo del 2001 con la idea “de construir un lugar digno y servir, como pueblos indígenas a la construcción de un Estado nacional en un México más justo, y más solidario.”
En su nueva marcha, supuestamente divide a la izquierda mexicana, atacando de lleno al PRD, en especial al candidato López Obrador; pero en las intenciones de sus embates discursivos, quizás está intentando empujar al PRD hacia una posición más moderada. Recordemos que, en el contexto nacional actual, la perspectiva del PRD es la de extrema izquierda, susceptible a los ataques del capital, de los empresarios y de la derecha; si el EZLN, como izquierda más radical aún, sigue atacando al PRD y a su candidato, la geometría política cambia moderando, en apariencia, al candidato del Sol Azteca.
Los pueblos indígenas han sido los grandes ausentes en la constitución de las sociedades modernas; aunque numerosos, son minoritarios en la distribución social del poder de decisión y control. Sigue existiendo un poder racista y excluyente; permanecen los abusos a mujeres y niños; persisten el caciquismo, el hambre y la miseria; ganan terreno la enfermedad y la muerte. Un grupo de indígenas, representando a más de 10 millones de naturales de alrededor de 63 lenguas distintas, hablaron al Congreso pero no fueron escuchados.
En el Estado de Chiapas, a pesar de ser una entidad rica en recursos naturales y en petróleo, un 34% de las viviendas carece de electricidad y el agua corriente sólo llega al 57%; el índice de analfabetismo ronda el 30% y los muertos por desnutrición y falta de atención médica alcanzan una alarmante cifra. La localidad de San Andrés tiene una trascendencia sustancial, pues no es únicamente el lugar en donde se llevó a cabo un proceso de negociación de paz, sino que también se convirtió en un foro para discutir nuestra identidad como Nación, identidad que aún no hemos encontrado. Ojalá que en estas campañas, y en las “otras”, reencontremos nuestras raíces y nuestro destino.
*Quiché es el nombre de un pueblo nativo de Guatemala, así como el de su idioma y su nación en tiempos precolombinos. El término quiché alude a un bosque o tierra de muchos árboles. El pueblo quiché es uno de los pueblos mayas nativos del altiplano guatemalteco. En tiempos precolombinos fue uno de los más poderosos estados de la región. En 1524 fueron conquistados por el español Pedro de Alvarado.
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